jueves, 13 de abril de 2017

El roto y la descocida

Dicen que él siempre estuvo roto, y así él lo recordaba, desde que había perdido su pueril inocencia. Asi vagó por la vida topándose con un poco de cada cosa, buscando quien lo arregle. Un día se cruzó con una descocida, no con cualquiera, con la más hermosa de las descocidas, era todo un harapo, y ella, tambien cayó presa del desastre que regodeaba el descompuesto. Pasaron los anocheceres adulando sus defectos, ella acariciaba los bordes desgarrados del roto y el peinaba sus hilachas pasándolas entre sus dedos. Él, ahora amaba estar roto, pero ella en el fondo despreciaba sus hilachas, entonces, de a poco, las fue cosiendo y emparejando. Él  se percató de que ya no la podía peinar, ella se canso de tener sus manos rasposas y los crepúsculos se volvieron luz a sus ojos, la descocida no quería un roto y el roto se quedó sin descocida. El último ocaso, el roto, en la desesperación, tomó el único desperfecto que encontró en ella, y  en el anhelo, de volver a amarse el mismo y peinar sus hilachas, fue tal la fuerza con la que tiró, que solo un hilo quedó de la descocida.

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